La actividad tectónica de
la región ha sido sumamente importante y a ella debemos imputar
absolutamente el origen de la mayoría de las cavidades que conocemos
en este territorio. Los fenómenos de rotura y movimiento (con
desplazamiento o elevación) de las masas calizas y dolomíticas, han
jugado la carta principal en la creación de las agrestes sierras.
Toda la morfología, tanto externa como subterránea, se adapta
solamente a esta pauta. La erosión meteórica solo se deja ver
solapadamente en reducidas extensiones de roca. En superficie se
puede encontrar la piedra corrída e incluso estriada verticalmente por
la acción del agua de lluvia, pero estas formas erosivas son más
difíciles de encontrar en el interior. Esto parece obedecer en parte a la
esencial constitución dolomítica de la roca, con su mayor
resistencia a la corrosión, pero sobre todo a su propia compacidad y a la escasez de micro-fisuras.
Esto mismo hace que
los campos de lapiaz que hemos encontrado en la Sierra de La Lastra,
sean simplemente extensiones de "corrosión de borde"
producidas por la acción agresiva de pequeñas capas terrosas y
vegetales, que van formando ahondamientos en las superficies planas
de la roca, pero que, por lo general, no tienen repercusión en la
creación de puntos de absorción de agua hacia el interior.
En contraposición a
la escasa micro-fisuración y como consecuencia de la gran compacidad
de la caliza masiva, nos hallamos con el dominio casi absoluto de las
macro-diaclasas, que han fracturado la roca en unas directrices
generales, constituyendo grandes bloques de estructura cúbica.
Sobre estas fracturas,
a las que atribuimos un comportamiento dinámico y evolutivo en
cuanto a dimensiones, se encuadran gran número de cavidades
generadas sin más intervención que la del mecanismo clástico y
exentas casi en absoluto de formas atribuibles a la acción del agua.
Está claro que el
agua de lluvia, aunque no encuentre camino hacia el subsuelo por
filtración a través de la roca, ha de sumirse naturalmente por
estas grandes grietas que facilitarán el drenaje. No obstante, en
ninguno de los tres grandes fenómenos explorados en Sierra Gata y
Sierra del Mollejón se ha descubierto el menor rastro de que estos
hayan servido de conductos de pérdida, ni existan en las paredes
huella de corrosión ni descalcificación alguna. Esto cabe
atribuirlo solo a la falta de una amplia cuenca receptora de aguas de
escorrentía, debido a que estas simas no han tenido nunca el oficio
de sumideros y el volumen de las cavidades es desproporcionadamente
grande en relación al de agua que penetra en ellas. Por razón de
este mismo principio genético, será difícil encontrar una cavidad
tectónica en la que se haya asentado alguna circulación hídrica de
importancia, siendo preciso, para que esto ocurra, que exista
coyuntura con alguna cuenca superficial o hipogea.
Al tratar de la estructura
general de este tipo de cavidades, se nos presenta el dilema en
algunas de ellas, de aclarar si la fractura generadora es un fenómeno
de falla o simplemente una diaclasa que, tras su rotura, fue
evolucionando en amplitud al irse separando las dos masas, por
distensión.
En la mayor parte de los
casos tenemos argumentos suficientes para aceptar la segunda causa de
origen, pero nos vemos imposibilitados para admitir la primera,
debido al carácter masivo de la roca y a la carencia de planos de
estratificación identificables, con los que poder establecer una
correlación de niveles entre las dos paredes opuestas.
La gran abertura de labios
que muestran generalmente todas las fracturas, así como la
alineación rectilínea de los fenómenos de Sierra Gata, nos hacen
pensar que una gran parte de las cavidades se emplazan sobre fallas.
La idea parece positiva, pues con ello se explicaría la existencia,
en el interior de las simas, del ingente número de grandes bloques
sueltos, que tan insegura hacen la exploración, por tratarse de la
masa de roca caliza triturada en el diferente desplazamiento vertical
de los dos costados.
La sima del G.E.C. no
puede, desde luego, incluirse en este caso, pues se encuentra formada
por varios sistemas de fracturas de diversas direcciones e
inclinaciones, en los que se ha creado una acusada
discordancia
tectónica en sus diferentes
niveles, difícil de interpretar. Aquí, el producto detrítico que
se encuentra en el interior, obedece a otra génesis que se expondrá
a continuación. [Este
interesante caso no fue desarrollado].
En
el caso de Sierra Gata, nos encontramos con otro dato a favor del
desplazamiento vertical. Este
se nos muestra en superficie a menos de cien metros al SE de la gran
fractura de las simas, en forma de elevación paralela a ella que puede constituir la masa elevada, enrasada o suavizada más
tarde en los bordes de la falla, por desaparición del frente del
escarpe creado. Esto, no obstante, no constituye una prueba
suficiente para aceptarlo.
Admitiendo la producción de fracturas por distensión en el seno de la masa rocosa rígida, con separación horizontal de las dos masas, las cavidades podrían estar formadas según dos tipos de mecanismo de fundamento “mecanoclástico”.
Si se presentan dos diaclasas paralelas, lo suficientemente cercanas, se puede haber producido la disgregación de la masa intermedia, creándose una cavidad con apariencia de amplia fractura, con las paredes sensiblemente lisas y generalmente verticales.
Si, por el contrario, la cavidad se localiza en una sola diaclasa, bien sea vertical o inclinada, la desigual clastificación de las dos paredes, en las zonas más susceptibles, producirá una amplitud irregular, con acumulación de detritos en las partes bajas inmediatamente más cerradas.
En ambos casos es el acuñamiento de los bloques producidos en la fractura y abertura, la causa de la formación de las plataformas y obstrucciones.